El Chiltepin
Reportaje: Chiltepín, negocio picante y sonorense
Etnobotánica del chiltepín. Pequeño gran
señor en la cultura de los sonorenses
Noemí Bañuelos*, Patricia L. Salido** y
Alfonso Gardea***
* Investigadora de la Coordinación de
Desarrollo Regional, Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.
C. Correo electrónico: noemi@ciad.mx
** Investigadora de la Coordinación de
Desarrollo Regional, Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.
C. Correo electrónico: psalido@ciad.mx
*** Investigador de la Coordinación de Tecnología de Alimentos de
Origen Vegetal del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A. C.
Correo electrónico: gardea@ciad.mx
Correo electrónico: gardea@ciad.mx
Fecha de recepción: octubre 2007.
Fecha de aceptación: marzo 2008.
Fecha de aceptación: marzo 2008.
Resumen
Los chiles son especies vegetales que tienen
gran trascendencia en la cultura e identidad del pueblo de México. El
chiltepín, especie silvestre de la sierra de Sonora, ocupa un lugar
significativo en la cultura de los sonorenses. Sin embargo, los estudios sobre
esta especie son escasos y unidimensionales. El presente trabajo tiene como
principal objetivo destacar la importancia del chiltepín en la vida de los
sonorenses. Con base en la distribución geográfica del chiltepín, se
seleccionaron dos poblaciones: una ubicada en el río de Sonora y otra en la
sierra de Álamos, áreas donde crece y se recolecta. El estudio de campo en
estas dos áreas sirvió de base para el mejor conocimiento de la relevancia de
este chile entre los serranos y dos grupos indígenas: los mayo y los guarijío.
Entre las herramientas metodológicas utilizadas se incluyen la observación
directa y participante, entrevistas personales a profundidad con hombres y
mujeres de mayor edad, recolectores de chiltepín, curanderos y amas de casa.
Algunos resultados demuestran que el chiltepín trasciende con facilidad
distintos espacios de la vida cotidiana: alimenta, cura, protege, invade la
cocina, el trabajo, las fiestas y las actividades recreativas.
Palabras clave: Chiles, chiltepín, etnobotánica, Sonora, mayo, guarijío.
Abstract
Chilies
have a great importance in Mexican culture and identity. Chiltepin, a wild
species growing in Sonora's Sierra Madre, is no exception; it has a very
special place in Sonorans culture. However, research work on this species is
scarce and limited to one dimension alone. This paper focuses on the importance
of chiltepin on everyday lives of Sonoran people. Considering the geographical
distribution where chiltepin grows and is collected by local
residents, two locations were selected: one located in the Rio Sonora region,
and the other in Sierra Alamos. Field work in these areas was the basis for
better understanding the relevance of this kind of chili among highlanders –serranos–and
two native groups: Mayo and Guarijío. Among methodological tools used are
direct observation and participation; personal interviews included local old
people, chiltepin gatherers, traditional medicine
representatives, and housewives.
Key
words: chilies,
chiltepin, ethnobotany, Sonora, Mayo, Guarijio.
Introducción
Las plantas han sido elementos esenciales en
el desarrollo de las sociedades humanas. Por medio de las plantas las
sociedades han cubierto diferentes necesidades biológicas y culturales. Los
chiles son especies vegetales que tienen una gran trascendencia en la cultura e
identidad del pueblo de México. El chiltepín, especie silvestre de la sierra de
Sonora, no es la excepción. Sus pequeños frutos no sólo le dan sabor a los
alimentos, sino son parte de la medicina tradicional sonorense. La recolección
de estos frutos es una actividad económica de relevancia. Inclusive, detrás del
uso de esta pequeña y picante baya roja podemos observar costumbres, hábitos,
creencias, conductas, valores morales y formas de pensar de gran parte de la
sociedad sonorense. Sin embargo, en Sonora, los escasos estudios disponibles
han abordado esta temática desde una perspectiva unidimensional (agronómica)
exclusivamente. Prácticamente no existe investigación etnobotánica referida a
esta especie.
El presente trabajo tiene como principal
objetivo destacar la significación del chiltepín en diversos aspectos de la
vida cotidiana de un grupo de sonorenses. Para tal fin, la etnobotánica ofrece
un marco referencial muy valioso, como una disciplina que permite observar las
formas en las que los seres humanos se relacionan con las plantas. Ello
significa abrir una nueva ventana para intentar entender el significado de este
pequeño chile en la vida y cultura de los sonorenses.
Con base en la distribución geográfica del
chiltepín se seleccionaron dos poblaciones: una ubicada en el río de Sonora y
otra en la sierra de Álamos, áreas donde crece y se recolecta. Trabajar en los
dos espacios permitió conocer el papel de la especie entre los serranos y dos
grupos indígenas: los mayo y los guarijío. Entre las herramientas metodológicas
utilizadas se incluyen la observación directa y participante, entrevistas
personales a profundidad con hombres y mujeres de mayor edad, recolectores de
chiltepín, curanderos y amas de casa. El Río Sonora es conocido como el
"corazón" del estado; es un espacio de construcción de la cultura e
identidad de una buena parte de los sonorenses. La información recabada en esta
región forma parte de un proyecto de investigación más amplio conducido durante
el año 2007 por un grupo de investigadores del Centro de Investigación en
Alimentación y Desarrollo, A. C.1 En
el caso de la información referida a los guarijío, ésta se obtuvo básicamente
durante el desarrollo de un estudio acerca de la importancia económica de las
plantas para dicho grupo étnico.2 En
el caso de los mayo, se apoya parcialmente en los resultados obtenidos en el
trabajo Medicina Tradicional Mayo, realizado en 1999.3 Para
ambos grupos indígenas, además, en el periodo 2005–2006, se volvió a la región
para actualizar y enriquecer esta información.
1. La etnobotánica en Sonora. Una disciplina
escindida
De la revisión bibliográfica y documental
referida a los recursos vegetales en Sonora, se observa lo siguiente. En primer
lugar, los estudios sobre el tema son muy escasos. En segundo, las plantas han
sido estudiadas como desvinculadas de la vida de las comunidades locales. En
tercer término, se han llevado a cabo con un enfoque unidimensional y bajo dos
vertientes: la botánica taxonómica y la importancia de los recursos vegetales
con fines medicinales.
Con algunas excepciones, en diversos trabajos
las plantas aparecen como si fuesen apéndices, fragmentados de la cultura de
los grupos sociales. Al hacerlo escindimos una ciencia que es integradora de
las relaciones entre las sociedades humanas y los recursos vegetales. Pero lo
más grave no sólo es la fragmentación del conocimiento, sino, al hacerlo
"invisibilizamos" a los actores sociales. Una situación muy semejante
se observa en las investigaciones referidas específicamente al chiltepín. En su
mayoría, los trabajos han estado enfocados a aspectos agronómicos, tales como
su germinación y propagación, con el fin primordial de lograr su domesticación.
Aparte de los estudios puramente técnicos, no existen otros dedicados
especialmente a la etnobotánica de este chile.
Los grupos humanos, principalmente los
pueblos indígenas, como bien lo advierte Escobar (1999) no aíslan sus
conocimientos,
no los parcelan ni sectorizan, parten de una
cosmovisión multidimensional e integral del mundo... que une el pasado con el
futuro, lo inerte con lo vivo, lo material con lo espiritual, enlazan normas,
valores, naturaleza, costumbres, la salud, la enfermedad y muchos otros
conceptos, con lo mágico, las leyendas, los mitos que son parte indisoluble de
sus conocimientos y prácticas cotidianas.
Es así que este trabajo, con apoyo en la
etnobotánica, pretende considerar la integración de algunas de las distintas formas
en las que los sonorenses se han relacionado con el chiltepín, tomando como
concepto central la cultura. Geertz (1992), propone como definición de cultura:
Esencialmente un concepto semiótico... el
hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido,
considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de
ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una
ciencia interpretativa en busca de significaciones.
Si bien es cierto que los recursos materiales
de una región condicionan la acción, es la cultura la que la orienta y
controla.
2. Evidencias históricas del chiltepín en
Sonora
Para los primeros habitantes de Sonora,
conocer los ciclos reproductivos de las plantas y de los animales fue un
secreto que les permitió enfrentar el hambre, la enfermedad, el frío y el
calor. El monte era esencial para su sobrevivencia, a la vez que ofrecía un
espacio de convivencia diaria, apropiado y valorizado por aquellos sonorenses
donde construyeron su identidad y su cultura.
Las evidencias históricas más antiguas sobre
lo destacado de los chiles en Sonora las encontramos en el siglo XVI. Baltasar
de Obregón en su obra de 1584, fue el primero en referir la presencia del
chiltepín cuando habla de espesura de montes de chiltecpín entretejido con
tunales silvestres y árboles espinosos.4
En 1756, el padre alemán Ignacio Pfefferkorn
reveló que los chiles fueron recursos básicos en la alimentación y curación de
los nativos sonorenses. En el documento donde describe la provincia de Sonora,
advierte la existencia de dos tipos de chile: uno domesticado y otro silvestre
conocido como chiltepín. Con respecto a la especie domesticada, pone de
manifiesto el gusto y aprecio que sentían los europeos por este chile y las
diferentes formas de preparación que se practicaban entre éstos y los
americanos.
Pfefferkorn (1984:60) observó que los nativos
preferían hacer una salsa que era utilizada en la mayoría de sus platillos:
Los americanos hacen con el chile una salsa
que podría llamársele universal porque se sirve con todo y para todo... primero
se abre el fruto y se le quitan las semillas y venas gruesas, luego se le
muele, sin pulverizarlo en un metate añadiéndole constantemente agua. Pasan el
jugo que resulta por un colador como se hace con los chícharos y las lentejas,
se le pone al fuego en un sartén con un buen pedazo de carne grasosa
previamente cocida y cortada finamente, dejándosele hervir por un rato. Así se
prepara la salsa que no falta todos los días del año en la mesa, especialmente
a la hora de la cena.
Refiere que para los americanos no había
platillos más agradables que los chiles; sin embargo, enfatizaba que para un
extranjero comer chile era intolerable.
Además, en su informe, Pfefferkorn advierte
las diferencias en picor entre la especie silvestre y la domesticada. Afirma
que el chiltepín era considerado como una planta saludable y a pesar de su picor
era como "maná" para el gusto de los indígenas:
En muchos cerros se encuentra un tipo de
pimiento silvestre que los habitantes de aquí llaman chiltepín, crece muy
densamente es una mata como de dos pies de altura y es igual en forma y en
tamaño a una nebrina5 gruesa,
excepto que cuando está maduro no es negro sino rojo como el pimiento español.
Es más picante que este último pero aun así es maná para el paladar americano y
se usa en cualquier platillo con el cual armoniza. Se pone en la mesa en un
platito y cada comensal toma de ahí lo que cree que puede comer, lo pulveriza
con los dedos y lo mezcla con la comida... los americanos juran que es extremadamente
saludable y una gran ayuda para la digestión (Pfefferkorn, 1984: 60–61).
Como puede observarse, el chiltepín ocupó un
lugar especial en la cultura alimentaria de los antiguos sonorenses. Tan
apreciado era que el padre Pfefferkorn lo comparaba con el "maná".
Quizá esta afirmación pareciera un poco exagerada, pues el chiltepín no es un
alimento, tampoco tiene sabor dulce y mucho menos la apariencia de ese pan que
caía del cielo.6 El
chiltepín era un condimento que daba sabor a sus alimentos; sus picantes bayas
rojas no caían del cielo, sino más bien eran fruto de las candentes tierras
sonorenses. Probablemente su afirmación se deba al gusto que manifestaban los
indígenas cuando paladeaban los pequeños y sabrosos chiles. Según el mismo
autor, los primeros sonorenses pulverizaban los chiltepines con los dedos,
costumbre que aún permanece, especialmente por la gente mayor o por aquéllos
que viven o tienen sus orígenes en el campo.
El chiltepín estuvo acompañado de otras
especies de origen americano como el maíz, el frijol y la calabaza, de gran
trascendencia en la cultura del pueblo de México. Con la llegada de los
europeos se incorporan dos elementos: las vacas y el trigo que penetraron con
tenacidad en la cultura del pueblo de Sonora: "A estos productos, en aquel
entonces extraños, se les asimiló y convirtió en parte integral de nuestras
costumbres; se les cocinó y mezcló con los granos de maíz, el frijol, la
calabaza y los chiles" (Camou e Hinojosa, 1990:13). Hoy día resulta difícil
encontrar una comida propia de esta zona en la que no se utilicen maíz, frijol,
carne de res, calabacitas, chile verde y, por supuesto, el chiltepín (Camou e
Hinojosa, 1990). Es así, que los chiles y específicamente el chiltepín, son
plantas que han estado presentes en las mesas de los sonorenses desde hace
cientos de años.
Según un documento sobre el vocabulario
sonorense, chiltepín es el nombre de cierta especie de chile, pequeñito y de
forma esférica. Del azteca "chilli", chile más
tecpin, pulga. Aplícase también a un individuo de mal carácter, colérico. El
vocablo alude al concepto de que el "genio" de la persona iracunda es
irritante, para la persona que lo trata, como el chiltepín lo es al paladar
(Sobarzo, 1991). En Sonora es muy usual escuchar algunas expresiones
como: "eres un chiltepín", "eres peor que un
chiltepín" y "eres un agua chile". Todas ellas haciendo
referencia al mal humor de una persona.
La mayoría de los grupos indígenas de Sonora
le llaman al chiltepín de manera muy semejante en sus lenguas, a excepción de
los conca'ac o mejor conocidos como seri. Los yaqui le
llaman Koko'im (Estrada et al., 2004); los mayo Juya
Kokori, que quiere decir chile de monte; los guarijío, Kokori; los
pima y pápago, Ko'okol (Nabhan et al., 1990) y los conca'ac
coquée quizil que significa chiles pequeños (Felger y Moser,
1985:361). Inclusive Cócorit,7que
es el nombre de uno de los ocho pueblos yaquis, proviene de la palabra chile en
la lengua indígena.
3. Algunos aspectos botánicos del chiltepín
La clasificación como Capsicum annuum
L. variedad glabriusculum (Heiser y Pickersgill) ha
sido causa de múltiples controversias entre los taxónomos, quienes han dado a
esta variedad distintos nombres, como los enlista Long (1998): minus (Figherhut); baccatum (Terpó); minimun (Heiser
y Pickersgill); aviculare (D'Arcy y Eshbaugh) y variedad glabriusculum (Heiser
y Pickersgill). Una situación semejante se presenta en los diversos nombres
vulgares o comunes que recibe este pequeño chile en las distintas regiones del
país: chiltepín, chile piquín, chiltepec, chiltepillo, chilpaya, chile de
monte, chile parado, pájaro pequeño, amomo, pico de paloma, pico de pájaro,
chile de Chiapas, ululte, totocuitlatl, chile mosquito, tlilchilli, milchili y
diente de tlacuache (Long, 1998).
El chiltepín es un arbusto silvestre,
perenne, cuyo fruto es una baya redonda u oblonga de 3 a 6 mm de diámetro que
crece en posición eréctil. En estado inmaduro, el fruto es de color verde
oscuro, debido a la alta concentración de clorofila; sin embargo, al madurar se
torna de color rojo, causado por una alta cantidad de pigmentos rojos conocidos
como licopersinas. Las plantas de chiltepín alcanzan su madurez reproductiva
entre los seis y diez meses de edad. La floración comienza durante los meses de
mayo y dura hasta agosto y la fructificación es de junio a octubre. El color
rojo del fruto atrae a diversas aves, que al comerlos se encargan de dispersar
las semillas.8 El
chiltepín crece bajo la protección de los árboles en sitios montañosos cercanos
a márgenes de arroyos y cañones (Nabhan 1985, Nabhan et al., 1990, Gentry,
1942).
Una asociación vegetal típica del desierto
sonorense está representada por las "plantas nodrizas". Las
principales plantas nodrizas reportadas en la región son Tepeguaje (Lysiloma
watsonii), Mezquite, (Prosopis velutina),Cúmaro (Celtis
reticulata) y el garambullo (Celtis pallida) (INIFAP,
2007). Éstas son árboles o arbustos ya crecidos bajo cuya copa se crea un
microclima que favorece la sobrevivencia de las plántulas. En él, la
temperatura del suelo disminuye significativamente, es un espacio menos seco y
además los restos de las hojas incrementan la cantidad de materia orgánica del
suelo. En suma, son condiciones que favorecen el desarrollo de las plántulas
que emergen de las semillas dispersas a través de las heces de las aves. Éstas
se alimentan de los frutos de pitahaya, sahuaros y/o chiltepines. Las semillas,
al pasar por el tracto digestivo, eliminan el efecto inhibitorio causado por
diferentes compuestos químicos presentes en la misma semilla.
Aunque se han llevado a cabo algunos
esfuerzos, el chiltepín es el único chile que no ha podido ser domesticado. El
chiltepín requiere de cierto tipo de suelo, humedad y sombra, condiciones que
sólo se las brinda el medio ambiente natural. Un chiltepín que se siembra en
maceta nunca tiene la forma, el color, el tamaño ni el sabor de los que se dan
en la sierra:
El chiltepín de monte es una preciosidad, se
da debajo de los tepeguajes y también debajo de los mezquites es donde mejor se
da el chiltepín, porque el pájaro se traga el chiltepín, hay muchos pajaritos
que consumen el chiltepín, entonces hace sus necesidades el pajarito que está
arriba de los árboles, pero como le digo yo pienso que el mezquite es especial
para que prospere el chiltepín, es un árbol grande que te tapa, pero no te
quita todo el sol, esto no sucede debajo de un chalate porque es muy frondoso,
para mi el mezquite da una sombra especial, deja entrar cierta cantidad de sol,
yo digo que por eso es. Por ejemplo en la orilla del arroyo hay muchos
nacapules, pero los nacapules dan una sombra muy densa, toda esa sombra no le
gusta al chiltepín, por eso digo yo que el chiltepín es muy especial, el
chiltepín no es fácil, no va a nacer donde uno nomás lo quiera tirar, no, lo
principal es que hay muchos pájaros y ellos al hacer sus necesidades se
encargan de sembrarlo.9
Con respecto a su localización, se extiende
al norte del Trópico de Cáncer y se distribuye ampliamente desde el sur de los
Estados Unidos hasta el noroeste de Sudamérica; sus límites hacia el norte ocurren
en los desiertos sonorense y chihuahuense, más allá de 50 km de la frontera
entre México y los Estados Unidos, en Arizona, Nuevo México y Texas (Eshbaugh,
1993, Nabhan, Slater y Yarger, 1990). En México se encuentra en toda la zona
costera del país, desde Sonora a Chiapas por el Pacífico, y de Tamaulipas a la
Península de Yucatán, incluyendo Quintana Roo, por el Golfo de México (García
et al., 2004).
En Sonora, esta variedad se encuentra con
mayor frecuencia en municipios cercanos a la sierra, en las partes norte,
centro y sur. Gentry (1942)10 la
registra en la sierra sur de Sonora desde 240–900 msnm en las faldas de los
cerros y barrancas. Felger y Moser (1985)11 por
su parte, la reportan en áreas desérticas como el territorio del grupo indígena
conca'ac.12 Actualmente,
las áreas chiltepineras más ricas son la del Río Sonora y la Sierra de Álamos (figura 1).13
4. El chiltepín en la cocina sonorense
Sólo basta caminar por las calles de
Hermosillo, capital de Sonora, para observar la significación del chiltepín en
la vida cotidiana de los sonorenses. En septiembre inicia la temporada de
chiltepín y a medida que transcurren los días y como por arte de magia, la
ciudad empieza a impregnarse con el aroma y el color de este chile. Olorosos
chiltepines verdes anticipan su llegada y ya para finales de ese mes comienza a
aparecer el chiltepín colorado. Los encargados de difundir su aroma son los
"chiltepineros", los vendedores que "bajan" de la sierra
para ofertar sus productos. Algunos eligen pararse en los cruceros más
transitados de la ciudad, o por fuera de los supermercados, donde los ofrecen
en bolsas de plástico. Otros prefieren "hacer ruta" y recorrer las
colonias a pie con un balde o una hielera impregnada de olor a chiltepín, a
queso cocido salpicado de este chile, salsa, ajos, nopalitos, etc. Los mercados
son como espejos donde se proyecta buena parte de nuestra cultura. El mercado
municipal es el sitio preferido por los vendedores ambulantes, quienes se
aglutinan desde muy temprano para instalar sus puestos perfumados con
chiltepín, orégano y ajo: "chiltepineros a diez, para el pozole, para
el menudo, para la gallina pinta, llévelo, llévelo", ofrece
gustosa una señora muy conocida por los hermosillenses.14En
el popular Café Doña Elvira, dos comensales ataviados de sombrero y botas
vaqueras, disfrutan de unos platos rebozantes de "menudo con pata"
aderezados, por supuesto, con un puño de estos pequeños chiles. Escenas muy
similares se repiten en algunos mercados del sur de Sonora como los de Navojoa,
Huatabampo y Álamos, donde hombres y mujeres de rostros indígenas llenan los
mostradores con coloridos y olorosos montoncitos de chiltepín verde, mezclados
con manojos de flor de calabaza, cilantro y orégano.
El chiltepín es parte esencial de la
identidad de los sonorenses. No distingue clases sociales, lo mismo le da sabor
a un plato de quelites que a un buen trozo de carne. Para un sonorense es
imperdonable que falten los chiltepines en su mesa, como muchos dicen: "puede
faltar la carne, pero no los chiltepines". Tenerlos es una
cuestión de prestigio, de identificarse como sonorense. Una buena ama de casa
debe procurar tener siempre en su mesa un frasco repleto de chiltepínes bien
rojos, que truenen, que no estén amarillentos, es decir, que no estén viejos. Y
junto con los chiltepínes, hoy es esencial un chiltepinero. Ahora
los chiltepínes, no se revientan con los dedos como lo hacían nuestros
antepasados. Hoy los artesanos sonorenses han inventado un "mortero"
con el que se muele el chiltepín. Esta costumbre se observa más en las ciudades
y especialmente en la población joven. Para otros, especialmente los viejos,
que recuerdan su vida en el campo, los dedos siguen siendo eficientes con los
que revienta esta picante cápsula roja que dará sabor a su caldo.
El chiltepín se halla presente en la mayor
parte de los platillos sonorenses. Se come verde fresco, en salmuera o vinagre;
rojo seco, en salsa, en pasta y hasta molido con sal. Para un sonorense no es
posible saborear el cocido, el pozole, el menudo, la gallina pinta,15 el
pozole de trigo y las albóndigas, sin espolvorear un poco de chiltepín. Lo
mismo puede encontrarse salpicando enormes panes birotes,16 que
quesos cocidos y la carne seca. Pero no sólo se usa en las comidas saladas, hoy
la creatividad de los sonorenses permite saborearlo en ciertos alimentos dulces
como las mermeladas de naranjita enana, de durazno, membrillo y manzana, entre
otros. Inclusive el chiltepín le da sabor a las comidas "rápidas",
como las populares sopas Maruchan.
Si bien es cierto que el gusto por este chile
es una constante en la identidad y cultura de los sonorenses, también lo es el
hecho de que existan personas que tienen mayor o menor gusto por saborearlo,
como Doña Antonia Murrieta que dice: "Si no le pongo chiltepín a
la comida, no me sabe; yo le pongo hasta veinte chiltepines, sin el chiltepín
yo no puedo vivir, yo le pongo a todas las comidas". Como se
observa en este testimonio hay individuos que sin este chile "no pueden
vivir"; sin embargo, hay quienes prefieren no comerlo o hacerlo sólo en
ciertos platillos y en cantidades pequeñas. En Sonora, como en otros lugares
del país, hay personas "adictas" al chile, lo cual sugiere la
necesidad de realizar estudios más profundos sobre el consumo de esta especie y
sus efectos. Algunas personas no se conforman con espolvorear de quince a
veinte chiltepines en cada comida sino que le ponen otros chiles como el
habanero, el chipotle o bien el que tengan a la mano. López (2003:71) explica
que la tolerancia al dolor y por llamarlo de alguna manera, el grado de
"adicción" al chile, se debe a que la capsaicina es una toxina neural
de naturaleza alcaloide que activa un grupo de neuronas sensoriales. Se cree
que estas neuronas liberan en la médula espinal un neurotransmisor, conocido
como sustancia F La respuesta del cerebro es la liberación de endorfinas,
sustancias químicas pertenecientes a la familia de los opioides que
probablemente bloquean la liberación de la sustancia P y proporcionan al cuerpo
una sensación de placer.
5. El chiltepín en la medicina tradicional
sonorense
El chiltepín aparece con facilidad en al
ámbito de la salud y la enfermedad. Como se vio antes en la descripción de
Pfefferkorn (1984), el chiltepín era considerado por los primeros sonorenses
como una especie saludable. En la actualidad esta concepción se sigue
manteniendo, especialmente en algunas comunidades indígenas y mestizas. Es muy
usual escuchar frases como: "el chiltepín es el único chile que no
hace daño; el chiltepín de monte no te hace daño como los otros chiles, al
contrario te alivia, pues es de monte". En este sentido comer
chiltepín tiene algunos significados para los sonorenses como ser saludable,
"bueno" y no sólo en sentido físico, sino en el espiritual.
Los frutos de este chile son usados por los
sonorenses para curar el cuerpo y el espíritu; se atienden distintos
padecimientos como: dolor de oído, dolor de muela, reumas, calentura, gripa,
tos, debilidad, gastritis, úlcera, contra los parásitos, hemorroides, mal de
ojo, "cruda de borracho" y son efectivos hasta para alejar el "mal
puesto" o "daño". Los siguientes testimonios orales son sólo
algunos ejemplos que revelan la significación de este fruto dentro de la
medicina tradicional sonorense:
El chiltepín es buenísimo para el dolor de
oído. Se pone a calentar aceite de comer en un sartén, allí mismo se pone un
chiltepín hasta que esté doradito. Enseguida se humedece un algodón con el
aceite y se pone calientito en el oído... no me lo va usted a creer, pero un
señor viene de Sinaloa a comprar chiltepines de aquí para curarse la úlcera, compra
de cuatro a cinco litros, dice que desde que los come se alivió de la úlcera.
También es bueno para la gripa, a mí no me
pega gripa, pues yo como mucho chiltepín. Además no tengo presión ni diabetes,
estoy sana pues. Fíjese tengo un tío que nunca se enferma y come mucho
chiltepín, antes los viejos duraban muchos años. No me duele nada gracias a
Dios. Antes duraban tanto los viejitos, con su buena vista, con su buena
dentadura. Yo estoy muy acostumbrada al chiltepín.
Para la tos, se echa un poquito de chiltepín
seco, al macuchi (Nicotiana tabacum)17 con
eso se hace un cigarro, con ti' semilla se fuma y se quita la tos... para
reumas, un señor de por aquí machacaba los frutos de chiltepín, maduros luego
se los untaba, fíjese que después no sentía nada, nada, como que las piernas
estaban muertas se tentaba las piernas y no sentía nada. Después de ponerse el
chiltepín empezó a mejorarse.
Mi abuelita me dijo que una señora se fue al
patio al levantar un poco de ropa, pues ya venía el agua y ¿por qué no? Una
tarántula se le prendió del pie y prontamente... hagan un parche de chiltepín
molido con sebo y mire, lueguito se alivió, el chiltepín es bueno para la
picada de tarántula, el fruto rojo molido con sebo del que tenga.
El cuadro
1 muestra las distintas enfermedades que son tratadas con el fruto de esta
planta. Según sostiene (1998), en la actualidad existen diversas evidencias
científicas sobre el beneficio clínico de los chiles en algunos padecimientos.
López (2003:73) menciona que aunque "hoy en día los médicos aconsejan
eliminar el consumo de chile en los pacientes que padecen úlceras o gastritis,
la ingesta de chile parece no causar úlceras. Por el contrario, es posible que
la capsaicina al incrementar la secreción de ácidos gástricos, incremente la
producción de secreciones que protegen el estómago". Salazar y Ortega
(2004) afirman que la marcada pungencia de algunas variedades de chile ha
llevado a pensar que sus compuestos podrían causar daños a la salud. No
obstante, algunas investigaciones sugieren que no es la capsaicina en sí misma,
sino sus metabolitos sintetizados en el hígado, los que pudieran tener efectos
perniciosos sobre la salud. Además, los chiles son fuente de antioxidantes como
flavonoides, compuestos fenólicos, carotenoides y vitaminas A y C (Howard et
al., 2000). Según refieren otras investigaciones tempranas sobre los efectos de
la capsaicina, ésta inactiva neuronas sensoriales de los ganglios de la raíz
dorsal de la médula espinal y de los ganglios trigeminales que se encargan de
transmitir el dolor. La terapia tópica con capsaicina constituye una
alternativa eficaz y segura para el tratamiento de la neuralgia postherpética
(NPH)18 (Jancso
et al., 1977). Por otro lado, un estudio realizado en la ciudad de México
sugiere que el consumo de chile aumenta el riesgo de desarrollar cáncer
gástrico, sin embargo, se concluye que para comprobar esa hipótesis se requiere
de estudios más especializados (López y cols., 1994). Otra notable aportación
fue realizada por investigadores de la universidad de Kyoto, quienes
demostraron que ratones de laboratorio alimentados con capsaicina desarrollaban
menos grasa corporal; además mostraban un mayor gasto energético y menores
niveles de lípidos que los animales control (Kawada et al., 1986). Éstos son
sólo algunos ejemplos sobre los efectos farmacológicos y fisiológicos de la
capsaicina. Sin lugar a dudas, queda mucho por hacer; sería interesante conocer
específicamente las propiedades farmacológicas de la capsaicina de este pequeño
gigante, el chiltepín.
En este trabajo encontramos que existen en
particular dos padecimientos como común denominador dentro del grupo de
entrevistados. El "mal puesto" o "daño" y la "cruda de
borracho". En seguida se abre un paréntesis para abordar ambos
padecimientos al considerar que aportan elementos interesantes que reflejan la
importancia y el significado de esta especie en la cultura sonorense.
El chiltepín en las enfermedades culturales
El uso del chiltepín en las enfermedades de
tipo cultural como el "mal puesto", "daño" o
"hechizo", fue frecuentemente mencionado en las entrevistas. Según
los informantes, una persona que come chiltepín es más saludable que alguien
que no lo hace; su vida se alarga y está protegida contra los "malos
espíritus". Por el contrario, una persona que no come o que no le gusta el
chiltepín, se enferma con más facilidad, además se le considera hechicera, es
decir, es una persona "mala" que tiene la capacidad de causar algún
daño.
Lo anterior se observa de manera más clara al
analizar la concepción, con respecto a estas enfermedades, entre los mayo y
guarijío, e inclusive en algunas localidades mestizas de la sierra. El mal
puesto es una enfermedad de tipo espiritual ocasionada por una persona que se
dedica a hacer el mal debido a una venganza, envidia o enojo: "El afectado
siente angustia, desesperación, se enferma muy fácilmente y tarda mucho en
sanar. Además tiene mala suerte en todas las acciones que emprende". Para
curar esta enfermedad los mayo requieren de la presencia de un curandero quien
se encarga de hacer una limpia con ramas de albahaca (Ocimum
micranthum), ruda (Ruta graveolens), piocha, (Melia
azedarch) y pimientón (Schiunus terebenthifolius) y
junto con todo esto se rezan elCredo y el Padre
Nuestro. Algunos curanderos utilizan los frutos del chiltepín y las
espinas y brasas de mezquite(Prosopis glandulosa) para alejar el
"mal puesto". Al parecer existe una asociación simbólica entre el
chiltepín y el mezquite, al considerarse ambas poseedoras de fortaleza
espiritual.
El mezquite y el chiltepín asociación
biológica y cultural
Para los mayos, el mezquite (Prosopis
glandulosa) constituye una planta sagrada, debido a su gran utilidad:
alimenta, cura, protege, invade su casa y trabajo penetrando hasta su alma.
Como parte de sus creencias religiosas, el mezquite es un elemento
imprescindible; la dureza de su madera representa gran fortaleza espiritual,
por lo que una cruz hecha con el "corazón" de la madera se coloca al
frente de una casa mayo como una fuerte protección contra los malos espíritus
(Bañuelos, 1999). En el medio ambiente natural, el chiltepín crece bajo la
sombra de algunos árboles como el mezquite.19 Como
ya se mencionó, para los que juntan el chiltepín una, población de mezquite es
señal de encontrar buenos chiltepines. Esta asociación natural y simbólica
entre las dos especies se aprecia en el siguiente testimonio:
Para curarse el "mal puesto" se
ponen a cocer en agua los frutos de los chiltepines, pero los frutos tienen que
estar atravesados con una espina de mezquite. Esta bebida se debe tomar por las
noches, porque este tipo de enfermedades sólo se pueden ahuyentar por la noche,
pues la luz no ayuda, se supone que al hacerlo de esta manera le devuelves el
mal al que te lo hizo.
Otros curanderos soban al enfermo con
albahaca y un huevo, por tres días. Sin embargo, en este caso, el curandero
recomienda que el huevo sea quemado bajo la sombra del mezquite. El chiltepín
también es utilizado por los mayo para diagnosticar el "mal puesto":
En un cajete se ponen a sahumar20 los
frutos de chiltepín con brasas de mezquite, entonces, si el enfermo se enchila
se dice que tiene el "mal puesto". Se tiene la creencia de que cuando
el enfermo empieza a toser es que el humo le empieza a llegar a quien causó el
daño, es como devolverle el mal.
Los guarijío, por su parte, consideran que el
"mal puesto" o "daño" es causado principalmente por la
envidia o el deseo de venganza, y el chiltepín aparece como parte fundamental
de su curación:
Se dice que cuando la zorra o el tecolote
cantan tres veces es que andan dando la noticia de que alguien va a morir:
entonces es cuando hacemos el sahumerio, que es para alejar los malos espíritus
en la casa donde está el enfermo. En un cajete se echan brasas y se le echa
frutos secos de chiltepín para que el humo limpie. Para terminar con este
animal cuando cante las tres veces se voltea el cajete y ese animal tiene que
morir y ya después de eso la persona ya no le pasa nada, pues el animal que era
quien se lo quería llevar ha muerto.
Esta misma concepción se tiene en algunas
comunidades mestizas de la sierra. Ahí se piensa que el "daño" o
"hechizo" es una enfermedad causada por la envidia de alguna persona:
Dicen que si anda un tecolote rondando cerca
de la casa es que le pusieron un daño, entonces se agarra un traste, se le echa
chile y exactamente cuando el tecolote canta se tira el traste, el tecolote
representa a un animal o un enemigo lo que pasa cuando volteamos el traste es
que el chiltepín mata a ese espíritu malo.
Resultados similares sobre el uso de los
chiles para la cura de enfermedades culturales fueron encontrados por Kelly,
Madsen, Laughlin y Toor quienes hicieron investigaciones en otros estados del
centro y sur del país, como refiere Long (1998). Nabhan (1985) encontró que el
chiltepín es considerado por los tarahuamara como una planta que los protege de
los "malos espíritus" y que tiene usos ceremoniales, además de que
cura distintas enfermedades. Lo anterior coincide con nuestros hallazgos, pues
según refiere el autor, para los tarahumara una persona que no come chile se
considera que puede ser hechicera.
"Agua chile", "agua de
gallo" o "caldillo
macho" son los nombres de un caldo preparado por las mujeres
sonorenses para aliviar a sus hombres–esposos, hijos, hermanos, cuñados,
padres– de una terrible "cruda de borracho". Estas frases denotan la
percepción que tiene la sociedad con respecto a ciertas diversiones atribuidas
sólo a los hombres, como el embriagarse, aunque en la actualidad es usual que
las mujeres sonorenses también lo hagan y por tanto requieren de esa cura. Así,
culturalmente el remedio tiene dedicatoria y sentido sólo para los varones, de
otra manera se le podría llamar "agua de gallina" o caldillo
hembra" o más bien tendría una denominación neutral, sin connotación
genérica.
Las formas de preparación y los ingredientes
utilizados son muy semejantes entre la población mestiza e indígena, e
inclusive su receta es bien conocida y practicada por los sonorenses que viven
en el ámbito urbano:
Para la "cruda de borracho", se
prepara un caldo que por aquí le nombramos "agua de gallo", se pone a
hervir agua, cuando ya está hirviendo se le pone ajo machacado, sal y un puño
chiltepínes, viera que bueno es este caldito, hace sudar mucho a los hombres,
pero luego, luego, quedan como nuevos, bueno, eso me han contado a mí.
Se refriega un ajo con sal, orégano y de ahí
se le echa el chorro de agua hervida, caliente, bien caliente, enseguida se
echan los chiltepínes reventados con los dedos a esto le llamamos "agua
chile", el caldillo macho –como se dice por acá– se prepara de la misma
manera, nada más que la diferencia es que lleva carne machaca.
El chiltepín como castigo
Es claro entonces que el chiltepín es
considerado como una especie saludable con la que las personas hacen el bien,
evitando algunas enfermedades físicas y espirituales. Sin embargo, el chiltepín
es usado para causar dolor, por ejemplo, para castigar ciertas conductas
sociales como la infidelidad en la pareja. Algunos informantes de la sierra, e
inclusive de algunas ciudades, aseveraron que cuando una mujer es engañada por
su pareja, castiga a la amante untándole chiltepín en sus "partes
nobles". Aquí lo interesante es observar que el castigo lo recibe la mujer
y no el hombre, lo cual nos refleja que la infidelidad, es una conducta social
reprobable sólo para el sexo femenino.
En suma, el chiltepín tiene un papel
preponderante en la cultura médica de los sonorenses. Su uso dentro del ámbito
de la salud permite acercarse a las percepciones sobre la salud y la
enfermedad. Esta última no es referida solamente a causas biológica; aspectos
como la envidia, o el deseo de venganza o el rompimiento con alguna regla
social, son igualmente causas de enfermedad. Para los sonorenses, este chile es
una especie vigorosa que tiene la capacidad de alejar las enfermedades no sólo
biológicas, sino culturales. De modo que comer chiltepín, o aguantar su picor,
significa ser "bueno" y sano en sentido biológico y espiritual. Quizá
por esa razón es utilizado para castigar ciertas conductas sociales que no son
aprobadas por la sociedad como el engaño, la envidia y la venganza. El uso del
chiltepín permite observar algunas concepciones con respecto al género.
6. Los "Chiltepineros de Baviácora"
Las formas de divertirse son un reflejo de la
cultura de un pueblo. El beisbol es un deporte que identifica al sonorense:
"Los sonorenses somos beisboleros de corazón". Precisamente en la
región del Río Sonora, cuyos pobladores afirman tener el mejor chiltepín del
estado, existe una liga de beisbol que orgullosamente lleva por nombre los
chiltepineros de Baviácora, resaltando la importancia de este chile en esa
localidad.
Yo me acuerdo, desde hace muchos años, así se
han llamado y yo creo que así se van a llamar por toda la vida, porque hay
mucho chiltepín, aquí en todo el municipio en las dos sierras, no serán los
mismos jugadores, porque algunos, no radican aquí, pero no ha cambiado el
nombre, ni va a cambiar porque aquí hay mucho chiltepín aquí producimos
muchísimo, viera usted es una costalera.
El chiltepín es una planta de gran relevancia
en estas comunidades, donde tiene un valor más allá de lo material; es símbolo
de la fuerza y la potencia de un grupo de hombres y mujeres que día con día y a
lo largo de varias generaciones se han relacionado muy de cerca con esta
planta.
El chiltepín es capaz de inspirar anécdotas y
relatos que se tejen en la sierra, que se encuentran en la memoria de los
viejos y que son parte de la cultura de los sonorenses. Ello refleja de nuevo
la percepción que guarda la sociedad con respecto a esta especie y las formas
de valorarla. En la actualidad, el chiltepín es una especie importante en
términos económicos; tiene un precio en el mercado, y en algunas comunidades se
utiliza incluso como moneda.
7. La colecta del chiltepín como actividad
económica
Recolectar el chiltepín junto con una gran
diversidad de frutos silvestres, fue una actividad que practicaban desde hace
cientos de años los antiguos sonorenses. Se mantiene hasta nuestros días como
parte de nuestra cultura y como tal, está en constante cambio. Al parecer, no
hace mucho tiempo en algunas localidades donde crece este chile,
"juntarlo" no era de significación en términos económicos, pues como
dicen algunos informantes, "el chiltepín no tenía precio". Fue en la
década de los ochenta cuando juntar chiltepín empieza a transformarse en una
actividad económica relevante para un buen número de sonorenses, especialmente
para quienes que residen en el ámbito rural:
Yo tengo ochenta y tres años, imagínese, mis
padres lo juntaban, pero era para comer, no se vendía; me acuerdo que siempre
colgaban una ramita de chiltepín para tenerlo en la cocina. Hasta hace poco,
unos quince años, que se ha empezado a recolectar como más en serio, es decir,
antes no se vendía.
Desde que estábamos chicas yo me crié en
Piedras Verdes viejo, aquí cerquita en Álamos. El chiltepín se empezó a vender
ahora, más antes el chiltepín no tenía precio, ni lo procuraba la gente, mire,
había mucho chiltepín, se lo comían los pájaros, –gorrioncillo, paloma,
cenzontle– no tenía precio ni nada, la gente juntaba cuando quería hacer una
salsa o dejaba secar para tener chiltepínes secos en la cocina, pero ahora sí
los procuran, antes nomás era para regalar.21
En la actualidad, en la explotación del
chiltepín intervienen diversos actores sociales, desde quienes lo recolectan o
"juntan" directamente, hasta las industrias procesadoras de chile.
Los que "juntan" el chiltepín son
hombres y mujeres;22 jóvenes,
niños y ancianos; mestizos o indígenas, grupos diferentes en muchos aspectos
que viven en diversos municipios localizados muy cerca de la sierra.
Frecuentemente las localidades, pueblos o
pequeñas rancherías donde residen los chiltepineros, son lugares desde donde la
población joven ha emigrado buscando mejorar sus condiciones de vida. Atrás han
dejado sus pueblos y familias. Sus padres son personas mayores que tienen una
pequeña milpa en donde siembran calabaza y frijol; algunos tienen una o dos vacas
y juntan el chiltepín. Precisamente, algunos de estos migrantes se encargan de
vender el chiltepín en los Estados Unidos o en las ciudades más grandes del
estado de Sonora. La gente que desde hace muchos años ha aprendido a recolectar
los frutos que les ofrece la sierra, son personas acostumbradas a aguantar los
rayos del sol, el calor, la lluvia o el frío. Algunos han aprendido a
permanecer por muchas horas tirados de "panza" o de rodillas para
escoger las mejores bellotas. Son los mismos que en época de lluvias recogen
las pitahayas, el quelite, las verdolagas; son los que venden ajo, elaboran
pinole, queso o panelas para vender en las ciudades. Otros, como los guarijío,
radican en comunidades donde la pobreza alcanza su máxima expresión. "Enchilarse
las manos", pareciera no importar demasiado en su historia laboral.
Dependiendo de las lluvias, la temporada de
juntar chiltepín en Sonora inicia en septiembre y se extiende hasta diciembre.
A mediados de septiembre se empieza a juntar chiltepín verde. Sin embargo,
cortarlo en esta etapa no es una actividad tan redituable en términos
económicos, pues el chiltepín rojo es mejor pagado. Además, el chiltepín verde
corre el peligro de que si no se vende rápido se pondrá negro y se echará a
perder. Por esta razón hay que juntar poco y venderlo rápido o bien prepararlo
en salmuera o vinagre: "El verde se corta con más curiosidad y es
más trabajoso pa' vender porque el verde muy poca gente lo come, porque se echa
perder; si no lo curte, se echa a perder. Para cortarlo es más trabajoso hay
que cortarlo con tijeras cada chiltepín para no estrujar la mata".
Hay dos formas de juntar el chiltepín rojo.
Una de ellas es ir al monte todos los días y retornar por la tarde a las casas,
esto se hace especialmente al inicio de la temporada, cuando el chiltepín
todavía está cerca. Sin embargo, a medida que la temporada avanza, el chiltepín
se encuentra más retirado, de modo que hay que acampar. En cualquiera de los
dos casos los chiltepineros contratan un carro para que los acerque a los
sitios propicios. El precio que cobra el chofer a cada chiltepinero es
variable, dependiendo de la región y de la cantidad de chiltepín producido en
la temporada, pero generalmente se cobra entre 50–60 pesos que es el precio de
medio litro23 de
chiltepín; ese es el mismo precio que cobra el dueño del rancho en donde se
cortará el chiltepín. El chofer y el dueño del rancho reciben el pago en
especie, de modo que el chiltepín se convierte en una moneda.
El chiltepín es una especie delicada que
exige muchos cuidados, tanto en el momento de la recolección, como al secarlo y
procesarlo. La labor de los chiltepineros no termina con juntarlo, hay que
secarlo. En esta etapa es muy importante, para poder obtener un chiltepín rojo,
que pueda venderse a buen precio en el mercado. Cada juntador debe llevar
consigo unas carpas de plástico negro para extender su chiltepín y ponerlo a
secar:
Nosotros llevamos unos hules de tres por diez
metros entonces allí tendemos el chiltepín en una forma uniforme, a un grosor
de medio centímetro o un centímetro máximo. Como el chiltepín es pura lumbre,
puro calor, entonces el chiltepín se esté aireando o ventilando, porque ese
calor que da una bolita de chiltepín a la otra bolita de chiltepín que está ahí
pegadita, entonces para que no se queme, porque al quemarse se pone negro,
pierde el color y pierde el sabor, muy importante, entonces tiene que estar
completamente destendido como separado para que se esté ventilando entre bolita
y bolita. Por las noches hay que cubrir el chiltepín para protegerlo de la
brisa o sereno y en la mañana se vuelve a colocar frente a los rayos del sol.
El tiempo que dura para secarse es variable,
pero generalmente es de tres a cuatro días. Dicen los chiltepineros que cuando
al mover el chiltepín se escucha un sonido como de cascabel, quiere decir que
el chiltepín está completamente seco.
El chiltepín, un recurso con potencial
turístico
En un estudio reciente se identifica la
"junta" del chiltepín como una actividad con potencial para impulsar
el turismo sustentable en la región del Río Sonora, con beneficios para las
comunidades locales. Como parte de un programa más amplio de circuitos
turísticos, la "Ruta del Chiltepín" se propone como un recorrido por
el área donde crece esta planta, a modo de una excursión guiada y explicativa
de los recursos vegetales del entorno en la temporada de recolección del
chiltepín, incluye, además, demostración de la elaboración de salsas,
degustación y venta de productos derivados de ese chile (Salido et al., 2007).
A manera de conclusiones
Como pudo observarse en el recorrido por
estas páginas, el chiltepín ocupa un lugar de particular significado en la
cultura de los sonorenses. El breve acercamiento a través de la etnobotánica
fue como abrir una ventana para observar y entender la importancia de esta
especie. Nos permitió constatar que el chiltepín no sólo le da sabor al caldo,
sino que es un arbusto silvestre y delicado de fruto muy picante y sabroso, por
cuyo interior fluyen sustancias y principios activos que son de gran utilidad
en la medicina tradicional sonorense. Detrás del uso de este pequeño chile
podemos apreciar valores morales, costumbres, hábitos, creencias y formas de
pensar que son un reflejo de la cultura e identidad de la sociedad sonorense.
Además, representa una fuente de ingresos. El chiltepín inspira algunos relatos
que se transmiten de generación en generación y que son parte de la memoria
colectiva.
En resumen, el chiltepín es una especie
benéfica y vigorosa, potente, que trasciende con facilidad distintos espacios
de la vida cotidiana: alimenta, cura, protege, invade la cocina, el trabajo,
las actividades económicas y recreativas y está presente en mitos y relatos. En
este sentido, cabe decir que las plantas son mucho más que materia prima. Las
plantas son como los "vasos capilares" por donde sube y baja la savia
que nutre la vida y cultura de los pueblos. Los grupos indígenas y campesinos
poseen una gran sabiduría con respecto a los recursos biológicos. Ante el
proceso actual de la tala de infinidad de recursos vegetales y la desaparición
de aspectos fundamentales de las culturas locales que representan nuestras
fortalezas y raíces como pueblo, resulta esencial apoyar y respaldar tales
conocimientos con trabajos etnobotánicos más sólidos, a través de la
investigación transdisciplinaria.
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1 Véase Salido et al. (coord.) 2007
2 Véase Bañuelos, (2004)
3 Véase Bañuelos, (1999)
4 Entrevista personal con Julio C. Montané, arqueólogo
estudioso de la historia de Sonora.
5 La nebrina es el fruto del enebro Juniperus
communis árbol o arbolillo con frutos en forma de baya semejantes a
los chiltepines.
6 Según el registro bíblico el maná era conocido como el
alimento del pueblo de Israel en el desierto, al que se conocía como pan de
cielo. Tenía la apariencia de escarcha que caía como una sustancia blanca y
fina semejante a las semillas de cilantro y con sabor a torta fermentada con
miel.
7 Aunque en la actualidad esta comunidad se llama Loma de
Guamúchil, los yaqui la siguen nombrando el pueblo de Cócorit.
8 Según López (2003), los mamíferos poseemos en ciertas
terminaciones sensoriales un receptor a la capsaicina que nos hace sensibles a
ella; por el contrario, las aves carecen de este receptor.
9 Testimonio de un comerciante de chiltepines.
10 El trabajo del autor es uno de los más valiosos, no sólo por
la cantidad de especies que reporta sino por la antigüedad. En 1936, Gentry
recorre el río Mayo y registra el uso del chiltepín por los mayo y guarijío.
11 Felger y Moser, quienes inician su trabajo en la década de
los cincuenta con el grupo indígena Conca'ac, registran la existencia de esta
variedad.
12 Felger y Moser (1985) lo reportan en sitios montañosos al
norte del rancho Guerreros, cerca del rancho Libertad.
13 En la actualidad no se cuenta con datos que muestren la
distribución exacta de la especie. Es necesario aclarar que este chile no se
distribuye en la superficie total de los municipios.
14 El chiltepinero es un pequeño mortero para moler los
chiltepines, elaborado con la madera de palo fierro(Olneya tesota) o
palo chino (Havardia mexicana).
15 Caldo elaborado con carne y hueso de res, maíz y frijol.
16 El birote es un pan semejante al bolillo y parte importante
de la dieta de los sonorenses.
17 Nicotina tabacum especie de tabaco silvestre que
pertenece a la familia de las solanáceas utilizada por los mayo y guarijío
dentro de su medicina, ceremonias y fiestas como una forma de comunicación con
los espíritus.
18 La neuralgia postherpética (NPH) constituye la complicación
más frecuente del herpes zoster; es definida como la presencia, persistencia o
aparición de dolor después de un mes de haberse iniciado el cuadro clínico de
herpes zoster. El herpes zoster constituye la reactivación del virus de la
varicela–zoster.
19 También se puede observar la asociación del chiltepín con
otras especies como el tepeguaje (Lysiloma watsonii), huinolo
(Acacia cochliacantha) y otras especies de la selva baja.
20 Quemar hierbas o estructuras vegetales sobre carbones
encendidos para provocar humo.
21 Testimonio oral de una recolectora de chiltepín.
22 Según testimonios orales, en algunas comunidades del Río
Sonora, juntar chiltepín lejos de las casas era una actividad sólo para
hombres. Al parecer el monte era un espacio peligroso, alejado de la casa y
restringido a las mujeres. Ahora esto ha cambiado. Quizá también la situación
económica ha obligado a muchas mujeres a incorporarse como chiltepineras.
23 El litro es la unidad de medida usada por los chiltepineros
para estimar su producción.
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